Consideración
especial merece el precio, siempre pero especialmente en esta situación que vivimos y para todos los sectores. Hasta hace pocos años, los precios estaban
determinados por dos reglas básicas:
a) Ley
de la oferta y la demanda. Manteniendo constante la otra variable, si
la oferta crece el precio baja, si la demanda crece el precio sube.
b) Regla
del coste. El precio final es la suma de los costes de fabricación,
distribución y beneficio.
Si
el precio del Mercado supera a los costes, los beneficios aumentan,
si son inferiores se entra en pérdidas.
Estos principios hacían que el precio fuera un factor exógeno, en el que la empresa tenía poco margen de maniobra.
Estos principios hacían que el precio fuera un factor exógeno, en el que la empresa tenía poco margen de maniobra.
Actualmente
la situación ha cambiando. El precio, en esta era digital, lo fija el cliente que está
mejor informado, que sabe lo que quiere, es más inteligente porque tiene otros medios, que
compara precio, calidad y servicio, y que obliga a las entidades a
actuar de manera distinta a como se hacían tradicionalmente. El
precio, casi siempre bajo, le viene impuesto a la empresa (salvando los
márgenes técnicos), y sabe que por encima de él no venderá y por
debajo venderá mucho. Tiene que recorrer el camino de vuelta,
revisando cada componente del coste y preguntándose si el consumidor
está dispuesto a pagar por lo que le da, o debe ofrecer algo
distinto. La cadena de valor hay que ponerla en cuestión. El
consumidor sabe lo que quiere, discrimina y es el asegurador quien
debe pensar en él, y no al revés.
¿Está
dispuesto el consumidor a pagar unos procedimientos burocráticos
lentos? ¿Está dispuesto a pagar ciertos lujos o instalaciones
suntuosas? ¿Está dispuesto a pagar la mediación en todos los
productos? ¿Solo en algunos? ¿Le parece adecuada la política de
selección que lleva su compañía? ¿Está dispuesto a pagar ciertas
campañas de publicidad?.
Como
reflexión final, la empresa también ha de considerar que no
todos los clientes tienen el mismo valor económico, modulando su
marketing en función también de esos criterios ante unos recursos
que, por definición siempre son escasos. Para ello habrá que
determinar por cliente, como partida positiva algunos factores de
ingresos que produce (frecuencia de compra,
rentabilidad financiera, potencial de compra futura, etc) y considerar una partida negativa por
los costes que general a la actividad empresarial (de adquisición,
siniestralidad, de gestión, etc).
Esta es la realidad. Alguien dijo que en estos tiempos "o vendes más barato o lo haces distinto o mueres". Y que nadie niegue la realidad. Incluso en la venta consultiva, fundamentalmente de servicios con una cierta complejidad (como algunos seguros personales o empresariales), el factor precio no se puede obviar. El cliente necesita ese servicio, pero también tiene referencia de precio y de asesoramiento..... y si no se lo proporcionamos nosotros, seguro que lo encuentra con otro.
Esta es la realidad. Alguien dijo que en estos tiempos "o vendes más barato o lo haces distinto o mueres". Y que nadie niegue la realidad. Incluso en la venta consultiva, fundamentalmente de servicios con una cierta complejidad (como algunos seguros personales o empresariales), el factor precio no se puede obviar. El cliente necesita ese servicio, pero también tiene referencia de precio y de asesoramiento..... y si no se lo proporcionamos nosotros, seguro que lo encuentra con otro.